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Epiphany


This week, our daily readings, St. John the Baptist, are very linked with the upcoming Feasts of Our Lord. They lead us up to this Sunday’s feast of the Epiphany, which celebrates the manifestation of Jesus to the world. Tradition has linked several similar events to Epiphany. Although the first one is the coming of the Magi to Bethlehem, Christ’s Baptism in the Jordan is also a key moment of revelation — of epiphany — of Jesus’ mission and divinity. Thus, although the Baptism of the Lord has its own feast day the next day after Epiphany this year, the two events have a common result: They make known the truth of Jesus. A first question we might ask ourselves is: What am I, a believer in Christ, doing to make the truth of Jesus known to others?

In last Tuesday’s reading (John 1: 19-28), St. John the Baptist demonstrates the attitude fundamental to making Christ known: humility. He had the chance to be considered the Messiah, the Christ. True, eventually the deception would become known, but for a while, he could have had all of Israel at his feet. All too often today, people give in to temptation and compromise their principles to get glory and power for a day — think of businessmen who inflate their company’s profits, or scientists who fake their results. Their inevitable downfall is tragic. St. John the Baptist knows that the only way he can serve God and fulfill his mission in life is to direct all glory to God and none to himself, never presuming to be more than he is. We, too, can live as true Christians and make Jesus present to others only if we put aside our pride and vanity.

One last thought: What makes St. John the Baptist’s message effective is that he doesn’t just preach his message; he is his message. He preaches penance, but first, he lives it, going out into the desert and living an ascetic life. He baptizes with water, but first, he gets into the water. If we want to make Jesus known to others, we first have to know him ourselves. We cannot preach the essence of the Gospel, the message of love, if we don’t try hard every day to live love in our daily lives. We can’t criticize, judge others, and always “look out for number one” (where “one” is ourselves) and still hope to be effective in our efforts to help those God has placed around us. However, if with the help of God’s grace, we do our best to put love into action, then words will hardly be necessary. Our example alone will change people’s lives.

Lord, when we look at ourselves and our lives, we see that too often we have been selfish, focused on what we enjoy and on what we want. Help us to love you above all things. Help us want to make you known by living love, even at the cost of our pride and comfort. Amen.

Lord, when we look at ourselves and our lives, we see that too often we have been selfish, focused on what we enjoy and on what we want. Help us to love you above all things. Help us want to make you known by living love, even at the cost of our pride and comfort. Amen.

Esta semana, las lecturas diarias de San Juan Bautista, están relacionadas con las próximas Fiestas de Nuestro Señor. Ellas nos conducen a la fiesta de la Epifanía de este domingo, que celebra la manifestación de Jesús en el mundo. La tradición ha vinculado varios eventos similares a la Epifanía. Aunque la primera es la venida de los Reyes Magos a Belén, el Bautismo de Cristo en el Jordán es también un momento clave de revelación -de epifanía- de la misión y divinidad de Jesús. Por lo tanto, aunque el Bautismo del Señor tiene su propio día de fiesta, al día siguiente de la Epifanía de este año, los dos eventos tienen un resultado común: hacer conocer la verdad de Jesús. Una primera pregunta que podríamos hacernos es: ¿qué estoy haciendo, como creyente en Cristo, para hacer que la verdad de Jesús sea conocida por los demás?

En la lectura del martes pasado (Juan 1: 19-28), San Juan el Bautista demuestra la actitud fundamental para hacer conocer a Cristo: la humildad. Él tuvo la oportunidad de ser considerado el Mesías, el Cristo. Cierto, eventualmente el engaño se conocería, pero por un tiempo, podría haber tenido a todo Israel a sus pies. Con demasiada frecuencia, la gente cede a la tentación y compromete sus principios para obtener la gloria y el poder por un día: pensemos en los empresarios que inflan las ganancias de su empresa o en los científicos que simulan sus resultados. Su inevitable caída es trágica. San Juan Bautista sabe que la única forma en que puede servir a Dios y cumplir su misión en la vida es dirigir toda la gloria a Dios y ninguna a sí mismo, sin pretender ser más de lo que es. Nosotros también podemos vivir como verdaderos cristianos y hacer que Jesús presente a otros solo si dejamos de lado nuestro orgullo y vanidad.

Un último pensamiento: lo que hace que el mensaje de San Juan Bautista sea efectivo es que no sólo predica su mensaje; él es su mensaje. Predica la penitencia, pero primero la vive, sale al desierto y lleva una vida ascética. Él bautiza con agua, pero primero, se mete en el agua. Si queremos hacer conocer a Jesús a los demás, primero tenemos que conocerlo nosotros mismos. No podemos predicar la esencia del Evangelio, el mensaje de amor, si no nos esforzamos todos los días por vivir el amor en nuestra vida diaria. No podemos criticar, juzgar a los demás, y siempre “buscar ser el número uno” (donde “uno” somos nosotros mismos) y todavía esperamos ser efectivos en nuestros esfuerzos para ayudar a aquellos que Dios ha colocado a nuestro alrededor. Sin embargo, si con la ayuda de la gracia de Dios hacemos nuestro mejor esfuerzo para poner el amor en acción, entonces las palabras apenas serán necesarias. Nuestro ejemplo solo cambiará las vidas de las personas.

Señor, cuando nos miramos a nosotros mismos y a nuestras vidas, vemos que con demasiada frecuencia hemos sido egoístas, centrados en lo que disfrutamos y en lo que queremos. Ayúdanos a amarte por encima de todas las cosas. Ayúdanos a querer hacerte conocer viviendo el amor, incluso a costa de nuestro orgullo y comodidad. Amén.

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